Por Bate Felix
CLICHY-SOUS-BOIS, Francia (Reuters) - Aroua Hamdane mira nerviosamente a un grupo de adolescentes desde su departamento en un suburbio de París y suspira, sacudiendo su cabeza en reprobación.
"Mírelos. No trabajan. Pasan todo el día así. Siempre fumando marihuana y metiéndose en problemas con la policía", dijo el vendedor jubilado de 66 años.
"Sabes, hubo un tiempo en el que Clichy-sous-Bois era realmente un lugar con clase. Ahora debes preocuparte por ellos todo el tiempo", expresó, haciendo un gesto en dirección a los adolescentes.
Cuando uno se acerca a ellos, el grupo de cinco jóvenes en pantalones caídos y sudaderas con capucha se desconcentra. Uno de ellos se da vuelta y dice: "No nos gusta hablar, sólo actuamos cuando nos provocan".
Hamdane emigró a Francia desde Túnez hace 31 años. Se mudó a Clichy-sous-Bois con su esposa y compró un departamento en una de las torres conocida como La Forestiere en 1989.
Ahora designado como uno de los proyectos a ser demolido en una pospuesta campaña de renovación urbana, La Forestiere se ha convertido en un superpoblado y sórdido refugio para el hampa.
Pero Hamdane dice que construir nuevas casas y una estación de policía y tener más oficiales patrullando las calles no haría que los problemas de los suburbios en los extremos de las ciudades de Francia desaparezcan de la noche a la mañana.
"La misma gente se mudará a las nuevas casas. Dentro de 10 años nos encontraremos en la misma situación porque una nueva casa no viene con un nuevo empleo u otros servicios que son necesarios con urgencia aquí", sostuvo.
POCO CAMBIO
Ubicado unos 15 kilómetros al noreste del centro de París, Clichy-sous-Bois aún no está directamente conectada con la red de transporte de tranvía de capital, tren o subterráneo. Llegar allí consume más de una hora en un tren o autobús de conexión.
Dominado por altísimas torres de departamentos construidas después de la Segunda Guerra Mundial para solucionar la escasez de vivienda de posguerra, Clichy-sous-Bois está principalmente poblado por inmigrantes recién llegados o hijos de extranjeros, en su mayoría del norte de Africa.
El desempleo duplica al promedio nacional en más de 30 por ciento. Casi la mitad de los aproximadamente 30.000 residentes tiene menos de 25 años.
Un "Plan Marshall" prometido por el presidente Nicolas Sarkozy tras los disturbios de otoño boreal del 2005, destinado a reacondicionar barrios como Clichy-sous-Bois, mejorar la vida de sus habitantes y generar empleo después de años de abandono, se ha demorado en ser implementado.
"Esas fueron sólo palabras para contentar a su electorado. No significaron nada para nosotros y de cualquier modo nunca le creímos", se mofó Dridi Ali, un técnico de laboratorio de 36 años.
"Para ser honesto, casi nada ha cambiado en Clichy y Montfermeil (un barrio suburbano) desde los disturbios. La gente está aún más pobre debido a la crisis y a la llegada de más inmigrantes. Aquí hay miseria", dijo Ali, quien vivía en el mismo edificio que uno de los adolescentes cuya muerte provocó los disturbios del 2005.
UNA GUERRA CONTRA NOSOTROS
Sintiéndose postergados, marginados y estigmatizados, algunos se han volcado a lo que el Gobierno denomina la economía paralela. Delitos menores, venta de drogas y a veces descarados robos con armas automáticas llegan a los titulares.
Esto ha dado lugar a numerosos y a veces mortales roces con la ley y se ha convertido en un reto para Sarkozy, quien ganó las elecciones en el 2007 prometiendo luchar contra el crimen y librar una guerra contra la violencia urbana.
Una serie de crímenes y disturbios urbanos suscitó que el presidente, cuyo apoyo ha menguado debido a la crisis económica y los escándalos político-financieros, retornara al lema de la ley y el orden que atrajo apoyo de todos lados, desde la extrema derecha hasta izquierda de clase trabajadora.
Pero Ali dijo que las medidas propuestas, como quitar la ciudadanía francesa a los inmigrantes naturalizados condenados por crímenes serios solo son otra forma de discriminar a los hijos de los extranjeros.
"Nos hemos dado cuenta de que estamos en una suerte de crisis permanente. Lo vemos como un tipo de guerra en nuestra contra. Nos sentimos estigmatizados", indicó.
"Ese es el motivo por el que nos hemos tenido que adaptar y hacer algunas de las cosas que hacemos como vender drogas o involucrarnos en mercados paralelos como los llaman. Todo lo que pedimos es que nos dejen en paz", afirmó.
TEMOR A DISTURBIOS
Aunque ha habido algunos esfuerzos para mejorar las vidas con esquemas de renovación urbana, Claude Dilain, el alcalde socialista de Clichy-sous-Bois, dice que la sociedad francesa sólo está interesada en los altos edificios de los suburbios esporádicamente cuando estalla la violencia.
"No nos engañemos, es por el temor a los disturbios", dijo Dilain quien además es presidente de la Asociación de Ciudades y Suburbios, una agrupación transversal de funcionarios electos provenientes en su mayoría de barrios problemáticos.
"Lo que nos enfada es que nada ha cambiado fundamentalmente desde los disturbios del 2005. Ellos tienen que atender las causas de raíz y no las consecuencias", dijo Reuters en una entrevista, después de que otro disturbio golpeara la ciudad de Grenoble en julio.
Francia había archivado sus problemas en los márgenes de las ciudades, dejándolos degenerarse sin dispersar los inmigrantes en la población general o proveyéndolos de servicios sociales adecuados.
"Necesitamos servicios públicos para volver a los barrios (...) Necesitamos un centro laboral. Necesitamos una oficina de beneficios familiares", explicó Dilain.
"Estamos en una situación de extrema tensión, porque además de los escasos proyectos de renovación urbana, no hay esperanza. Hay un aumento en las formas más serias de delincuencia. La gentuza, los matones, ahora están volcándose al robo armado", señaló.
(Editado en español por Marion Giraldo)
F reuters.com
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