martes, 15 de febrero de 2011

Revive propuesta de un canal seco; China está interesado en unir el Pacífico y Atlántico Colombiano

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El Gobierno chino está interesado en construir una línea férrea de 220 kilómetros que una las costas colombianas.
El anuncio que hizo el presidente Juan Manuel Santos sobre el interés de China en construir una conexión ferroviaria entre el Atlántico y el Pacífico revivió el viejo debate, no sólo económico, sino también el ambiental y social, de abrir paso por el tapón del Darién, una de las zonas más ricas en biodiversidad y en la cual habitan comunidades campesinas, negras e indígenas como los emberá y los katíos.
La propuesta que discute el Gobierno Nacional con el de China consiste en la construcción de un ferrocarril de 220 kilómetros de longitud, que una el Pacífico con una nueva ciudad cerca a Cartagena, la cual se convertiría en una alternativa al paso por el Canal de Panamá, que actualmente adelanta su ampliación para permitir el paso de naves de mayor calado y así duplicar su capacidad de transporte.
Según la información publicada en el diario británico Financial Times, el ‘canal seco’ es tan sólo uno de los proyectos de China para reforzar el comercio con Asia y mejorar la infraestructura de Colombia, pues las conversaciones para la construcción de una línea férrea de 791 kilómetros y la ampliación del puerto de Buenaventura van más adelantadas.
El proyecto, que costaría 7.600 millones de dólares, cuenta con financiamiento del Banco de Desarrollo de China y sería operado por el Grupo Ferroviario de China.
Pero esta no es la primera vez que un Presidente de la República se lanza a hacer una propuesta de este tipo. Conocido es el caso de Belisario Betancur, quien ordenó la construcción del canal interoceánico Atrato-Truandó por el departamento de Chocó, mediante la Ley 53 del 28 de diciembre de 1984, así como Ernesto Samper creó, con el Decreto 0927 del 24 de mayo de 1996, la Comisión Asesora Interinstitucional para el Estudio del Proyecto de Construcción del Canal Interoceánico y el Bioparque del Darién.
Unos años antes, el presidente Virgilio Barco Vargas ya había hecho su propuesta del Puente Terrestre Interoceánico (PTI), dentro de su visión de integrar el Pacífico colombiano con el asiático.
UN PROYECTO AVANZADO
Este proyecto planteó la construcción de una línea férrea que uniera los dos litorales colombianos entre los punto Bahía Ceverá, en el Golfo de Urabá, en el Atlántico, y Punta Aguacate en el Pacífico, siguiendo la serranía del Baudó y Darién, bordeando los pantanos del Atrato, con una longitud aproximada de 221 kilómetros y 8 kilómetros de túneles.
Los estudios preliminares mostraron una capacidad de carga de 300.000 contenedores de 20 pies al año, que podría llegar hasta un millón. También se identificaron promisorias perspectivas para la movilización de carbón por esta vía, hasta por 17 millones de toneladas año.
Sin embargo, llevar a cabo este proyecto exigía unas obras complementarias. Según un documento del año 2006 de la Gobernación de Antioquia, “para tener un adecuado acceso a los puestos en las bahías Ceverá y Aguacate se hace necesaria la terminación de la Carretera Panamericana, actualmente construida hasta el río Baudó, y la construcción de la carretera Medellín-Cupica a través de Urrao”.
Así mismo, se planteaba la construcción de un oleoducto interoceánico, aprovechando la infraestructura básica portuaria, de transporte y de suministro de energía se implementaría para el PTI y otras obras.
La inversión necesaria para la construcción del PTI planteadas en 1991 sumaba 2.749 millones de dólares, e incluían los puertos terminales, la vía férrea y carreteras interoceánicas, infraestructura complementaria y el oleoducto interoceánico. Sólo los puertos se llevaban 632 millones de dólares del total.
600 millones de toneladas anuales podrán transportarse desde el 2014 por el Canal  de Panamá, cuando termine su ampliación.
Cambiarían los costos
El mismo ‘Financial Times’, en su edición del domingo pasado, hace cuentas sobre la viabilidad económica del canal seco. Según explica, mover un container a cualquier punto del canal seco cuesta unos 200 dólares, a lo cual suman 100 dólares del trayecto férreo, mientras que el costo del paso por el Canal de Panamá es de 100 dólares por contenedor. Así mismo, la carga de un sólo barco de 12 mil contenedores tendría que ser transportada por 20 o 30 trenes.
El Canal de Panamá defiende su capacidad
Directivos del Canal de Panamá dijeron que confían en que con su ampliación, que duplicará su capacidad de transporte, mantendrá su ventaja como ruta segura frente a otras alternativas que se estudian en la región, como la de un ferrocarril que una las costas del Atlántico y el Pacífico colombiano.
“Por su característica de ruta toda agua y potenciado aún más a partir de su ampliación, (el Canal de Panamá) ofrecerá siempre ventajas altamente competitivas frente a otros modelos de transporte, como una ruta segura, confiable y eficiente”, dijo el vicepresidente de investigación y análisis de mercado de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), Rodolfo Sabonge.
Sin embargo, la ACP consideró positivo y dio la bienvenida a la iniciativa que llevan adelante China y Colombia.
“Cualquier proyecto de infraestructura que potencie la logística en la región siempre será bienvenido, ya que impactará de manera positiva el desarrollo de nuestros países”, afirmó Sabonge.
Desde 2007, el Canal adelanta una ampliación, que supone una inversión de unos 5.250 millones de dólares, la cual se espera que para 2014 permita duplicar su capacidad de transporte de carga de unos 300 a unos 600 millones de toneladas anuales, mediante la construcción de un nuevo carril que permitirá el paso de barcos más grandes.
Una obra que los empresarios esperan hace tiempo
La iniciativa de construir un ‘canal seco’ entre el Atlántico y el Pacífico colombianos dejó mudo a todo el mundo. Ni el Ministerio de Transporte ni la Cámara de la Infraestructura (gremio de las empresas de ingeniería) hicieron comentarios al respecto. El gremio de la infraestructura no tenía conocimiento de la iniciativa y prefirió no referirse a algo sobre lo que no pueden decir si es viable o no.
El mismo presidente, Juan Manuel Santos, que mencionó la posibilidad de la obra en una entrevista con el diario británico Financial Times, dijo que prefería “no generar expectativas exageradas”, aunque señaló que “la obra tiene mucho sentido”.
Gao Zhengye, embajador chino en Bogotá, respaldó la iniciativa y dijo que “Colombia ocupa una posición estratégica muy importante y vemos en ese país el puerto de entrada al resto de América Latina”, mientras que otros analistas consultados coincidieron en la importancia del anuncio.
Para el empresario Luis Fernando Correa, quien conoce muy bien el mercado de Asia a través de su gestión en la Federación Internacional de Profesiones Inmobiliarias (Fiabci), “China es el nuevo gigante mundial y debemos aprovechar el momento para sobrellevar el eventual impacto de no tener otros aliados... Bajo esas condiciones, el ‘canal seco’ no sólo implica más desarrollo, ahorro de costos y una alternativa válida para el Canal de Panamá, sino la consolidación de Colombia como representante de toda la zona central de América y, en consecuencia, un enlace clave para los negocios”.
Por su parte, Laura Gaviria, de la junta directiva de la Cámara Colombo China de Inversión y Comercio, afirmó que “aunque el proyecto aún no está aprobado, es claro que la conexión ferroviaria se utilizaría, por ejemplo, para impulsar, entre otros, el transporte de carbón hasta el Pacífico. De paso, consolidaría las relaciones con Asia”.
En este punto, surge la inquietud sobre el contenido ambiental, del cual el Ministerio del ramo no dio avances. Sin embargo, la ingeniera forestal María del Socorro Zambrano advirtió que, como está planteado el canal seco, podría afectar el Tapón del Darién, “de ahí la importancia de tener reglas claras desde el comienzo para que no haya inconvenientes durante el proceso”.
A su turno, Rupert Stebbings, gerente para Colombia del banco de inversión Celfin, manifestó que “con el reciente paro de transportadores de carga se refuerza, aún más, la necesidad de este tipo de obras, que son buenas opciones en un país que tiene rezagos en ferrocarriles, pero que es atractivo para hacer negocios”.

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viernes, 4 de febrero de 2011

Cosecha cafetera del 2010 valió $4,3 billones; registro es superior en un 14% respecto a años anteriores

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De acuerdo con las cifras de la Federación Nacional de Cafeteros, la producción ascendió a 8,9 millones de sacos, cercana a la meta de 9 millones fijada hace 12 meses.
Los cultivadores de café en Colombia tuvieron un buen balance en el 2010, por cuenta de la mayor producción del grano y del aumento en el precio interno. Según el gerente general de la Federación Nacional de Cafeteros, Luis Genaro Muñoz, el valor girado por la cosecha ascendió a 4,3 billones de pesos el año pasado, 30 por ciento más que en el 2009.
De acuerdo con las cifras del gremio, la producción ascendió a 8,9 millones de sacos, cercana a la meta de 9 millones fijada hace 12 meses. Ese volumen equivale a un incremento del 14 por ciento frente a lo registrado hace par de años atrás, cuando factores como el invierno y las plagas ocasionaron una caída inesperada en lo recolectado que alcanzó apenas los 7,8 millones de sacos.
Dicho lo anterior, esa cifra está lejos de los 11,5 millones de sacos correspondientes al 2008 y se encuentra muy por debajo del promedio histórico reciente.
Por el lado del precio interno, el panorama fue también mejor. El alza en las cotizaciones internacionales que ha llevado la libra del grano a niveles de 2,5 dólares la libra ha incidido en que la carga se pague hoy a 983.750 pesos en Pereira, 36 por ciento más que en febrero del 2010.
A su vez, las exportaciones se recuperaron, pues entre enero y noviembre pasados sumaron 1.598 millones de dólares, 15 por ciento más que en igual periodo del año precedente. Esa tendencia parece haberse mantenido en enero, cuando las ventas del grano habrían llegado a unos 800.000 sacos, según datos preliminares.
SOBRE EL 2011
Ahora la pregunta que se hacen los cultivadores del grano es si esa tendencia favorable será sostenible en el presente año. Al respecto, Muñoz sostiene que todavía es demasiado temprano para dar un estimativo sobre el tamaño de la cosecha, debido a la incertidumbre asociada al clima.
“Los reportes sobre la floración en las matas son buenos, pero necesitamos que el tiempo relativamente seco que hemos visto se mantenga en febrero, con el fin de hacer un cálculo más preciso”, expresó. Por ahora, el escenario base que usa la Federación es que la producción se mantenga estable, en alrededor de nueve millones de sacos.
En lo que el ejecutivo es francamente optimista es en el escenario de largo plazo. Muñoz sostiene que para mediados de la década actual el país debería estar llegando a los 14 millones de sacos anuales, con el área sembrada actual. Pero si se logra la meta de aumentar los cultivos de café en 200.000 hectáreas adicionales, esa proyección se elevaría en 4 millones de sacos por año.
Semejante pronóstico está basado en la evolución reciente de la actividad. De un lado, el área ha crecido en cerca de 100.000 hectáreas a lo largo de los pasados diez años y asciende a 914.000 en todo el país. Del otro, hay un intenso esfuerzo de renovación que en el 2010 llegó a 82.000 hectáreas.
Según la Federación, el cambio de variedades como Colombia o Caturra por otras como Castillo permite obtener rendimientos hasta cinco veces mayores por hectárea. Si bien el costo para el caficultor es alto, pues oscila entre 6 y 7 millones de pesos por hectárea, sin contar el lucro cesante durante un par de años, la recompensa es de tal magnitud que la entidad tiene en marcha programas para financiar buena parte del esfuerzo. Para 2011, el objetivo es superar las 100.000 hectáreas.
Por otra parte, la entidad confirma que existe una profunda transformación en la base productiva del grano. Si hasta hace unos años las cosechas más grandes se registraban en Antioquia y el antiguo Caldas, hoy en día el triángulo conformado por Huila, Cauca y Nariño es el de mayor crecimiento. De hecho, el municipio de mayor producción en Colombia es Pitalito (Huila). Ese desplazamiento ha coincidido con un alza en el número de caficultores. De acuerdo con el censo cafetero más reciente, el total de familias cultivadoras es de 554.000 en el país, 27.000 más que en la medición previa.
El estudio también comprobó que la estructura de producción está concentrada en minifundios. De tal manera, existen apenas 108 predios cafeteros de más de 100 hectáreas en Colombia y solamente 508 de más de 50 hectáreas. “El cultivo del grano sigue siendo la principal fuente de sustento en el agro colombiano, el más igualitario y el que más contribuye con el progreso de las familias campesinas”, señaló Muñoz.
Quieren una mayor tajada
El gerente de la Federación rechazó los cuestionamientos que le ha hecho al esquema imperante en Colombia la Asociación de Exportadores de Café, presidida por el exministro Jorge Humberto Botero. “Para decirlo con claridad, ellos se quieren quedar con una mayor tajada del negocio, por cuenta del caficultor”, indicó. En su opinión, mientras en América Central un cultivador recibe por su café el equivalente del 75 por ciento del precio internacional y en Haití esa proporción baja a 52 por ciento, en Colombia es la más alta del mundo: 92 por ciento. “Si hacemos la comparación con Centroamérica, estaríamos hablando de un ingreso inferior en 700.000 millones de pesos anuales para los productores. ¿Quién quiere quedarse con ese pedazo? Los exportadores, en los que priman las multinacionales”, dijo el dirigente gremial.
‘En cafés especiales hay espacio para crecer’
Bajo esa óptica, los tiempos que se avecinan son particularmente prósperos. Muñoz insiste en que a pesar de los trastornos climáticos la producción subirá de manera radical en los próximos años, mejorando los ingresos de los cafeteros y apoyando a la economía nacional.
Ante la duda por los altibajos del mercado internacional, el gerente de la Federación afirma que el mercado mundial viene aumentando de manera consistente al ritmo de 2 por ciento al año “lo cual se traduce en el equivalente de toda la producción nacional cada cuatrienio”. Además, dice que en la categoría de suaves hay una amplia demanda, con lo que hay espacio de sobra para ganar participación.
Esa impresión es confirmada por la evolución del mercado que ha registrado los problemas de Brasil para mantener su ritmo de producción, la caída en la cosecha costarricense ante el aumento en los costos o los efectos sobre el abastecimiento que tienen las turbulencias políticas en Costa de Marfil, uno de los cultivadores del grano más grandes de África.
Todo lo anterior lleva a que Muñoz suene particularmente optimista. “Hay un buen panorama en los fundamentales para que Colombia avance mucho más en café”, indicó el dirigente.


F  eltiempo.com

martes, 1 de febrero de 2011

Se acaba el predominio de Estados Unidos

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La pregunta es cada día más frecuente entre los analistas y muchos empiezan a responderla con un sí.

  Incluso vieron el reciente viaje del presidente de China a Washington como el traspaso de la antorcha.
En las recientes reuniones anuales de la Asociación Americana de Economía había un pesimismo generalizado sobre el futuro de los Estados Unidos. "La era del predominio norteamericano se acabó, afirmó un economista. "Los Estados Unidos deben prepararse para afrontar disturbios sociales entre acusaciones sobre quién ha sido el responsable del despilfarro de la primacía mundial", señaló otro.
Ya hemos oído esa historia muchas veces, en los Estados Unidos y en otros sitios. La polémica historia de George Dangerfield, 'The Strange Death of Liberal England' (La extraña muerte de la Inglaterra liberal), describe la repentina decadencia de su país en el culmen de su poder al inicio del siglo pasado. El mundo que todos habían conocido pareció desaparecer simple e inexplicablemente.
Muchos norteamericanos -los partidarios del Tea Party, por ejemplo- temen que algo similar esté ocurriendo en su país o que ya haya ocurrido.
Dangerfield basó su diagnóstico en una muestra de instituciones, políticas y personalidades, sobre el fondo de la enconada lucha de clases de aquella época. Sin embargo, los norteamericanos han sido en general reacios a la lucha de clases. Cierto es que los Estados Unidos han albergado una estructura de clases rígida, si bien con relativa movilidad social, desde su fundación, pero a los norteamericanos no les gusta hablar de eso, ni cuando se quejan de las insensateces de la "minoría dirigente". Casi todos, aparte de los más ricos y de los más pobres, se califican a sí mismos de "clase media". Ese sigue siendo el espíritu democrático de los Estados Unidos.
Aun así, hay razones para preguntarse si la forma de vida norteamericana sobrevivirá al siglo XXI y, en caso de que así sea, si será en los Estados Unidos o en otro sitio cuando la economía y el sistema político norteamericanos se desplomen bajo el peso acumulado de decenios de dirección nacional miope y oportunidades desaprovechadas.
De hecho, muchos -en particular, muchos chinos- han considerado el reciente viaje del presidente de China, Hu Jintao, a Washington el traspaso de la antorcha.
Los pesimistas llevan mucho tiempo diciéndolo. Los optimistas, señalando el PIB y otros indicadores, seguirán insistiendo en que los Estados Unidos nunca han estado mejor. Si hay una continuidad digna de subrayar, es la cohabitación habitual de los entusiastas con los convencidos de la decadencia: el vaso norteamericano siempre está simultáneamente medio lleno y medio vacío.
No es casualidad que durante los años de Reagan y Bush, la última vez en que una política exterior tan enérgica coincidió con déficits tan grandes, un libro como Bound to Lead (Destinados a dirigir) de Joseph Nye (1990), siguiera inmediatamente a The Rise and Fall of Great Powers (Ascenso y caída de las grandes potencias), de Paul Kennedy (1988). El primero era un fuerte alegato sobre la necesidad de la hegemonía mundial norteamericana; el segundo avisaba sobre el "agotamiento imperial".
Ambos autores basaron sus argumentos en una evaluación del marco subyacente -es decir, la estructura- del poder mundial. Los Estados Unidos estaban agotados, porque sus responsabilidades mundiales excedían cada vez más sus recursos nacionales, y estaban destinados a dirigir, pues el mundo está dispuesto a que así sea. Recientemente, se han formulado argumentos en torno a que EE. UU. debe dirigir el mundo para alejarlo de un "nuevo medievalismo" entre el "ascenso de los demás" y el relativo estancamiento de "Occidente".
¿Es válida la argumentación? Si observamos los momentos de una supuesta convergencia estructural -los decenios de 1880, 1920, 1950 y 1960 y el de 1990 en particular-, vemos que las fuentes de la prosperidad y el poder norteamericanos surgieron en un marco mundial y volvieron a reducirse. Tal vez el ascenso y la caída sean más un fenómeno cíclico que lineal.
O tal vez no se trate de una cosa ni de la otra. La variable que falta en todas esas argumentaciones es la de la capacidad de dirección. Los dirigentes con capacidad de dirección nunca están destinados a elevarse o caer sólo por las circunstancias. La mayoría de los historiadores ponen la capacidad de dirección en primer plano de la historia humana, mientras que las variables estructurales tienen sólo un carácter condicional, no causal.
¿Por qué han tenido los norteamericanos tanta capacidad de dirección? ¿Están particularmente dotados o simplemente han tenido suerte? Ahora que los Estados Unidos han empezado por fin a alejarse de las pasiones que caracterizaron la reacción del país ante los ataques terroristas del 2001, es oportuno preguntarse si estaba en lo cierto Bill Clinton al decir que las virtudes y recursos de los norteamericanos siempre prevalecen sobre sus vicios y defectos.
El sistema político de los EE. UU. nunca estuvo concebido para gobernar el mundo. Sus controles mutuos de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial estaban concebidos para frustrar cualquier misión de esa clase en manos de un Ejecutivo todopoderoso y es dudoso que los norteamericanos fueran a apoyar semejante activismo a perpetuidad.
Los secretos del éxito norteamericano son transparentes y, sin embargo, difíciles de cifrar. El pragmatismo, el oportunismo, la ecuanimidad, la inventiva, la adaptabilidad y el optimismo estadounidenses y, sobre todo, su inherente competitividad contrarrestan sus tendencias a la violencia, la impaciencia, la superioridad moral y la imprevisibilidad, su gusto por la novedad y la celebridad pura y simplemente, y su confianza en sí mismos en masa: llegar, como les gusta decir, "lo más rápido posible y con la mayor cantidad posible".
Quienes entienden la profundamente arraigada pasión de los norteamericanos por "llegar a la cima" saben por qué ni la guerra de clases ni ninguna otra guerra civil han conseguido destruir a los Estados Unidos desde adentro. El carácter norteamericano prefiere la sustitución a la destrucción, el beneficio mutuo a la suma cero. Sigue siendo cierto, tanto en su país como en el extranjero.

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