Dominique Strauss-Kahn habló con EL TIEMPO sobre su visión de la actual economía mundial y cómo encarar la crisis.
Si una persona se encuentra hoy en Sao Paulo o en Shanghái tiene una percepción muy distinta sobre la marcha del planeta, que la que puede tener alguien en Madrid o Nueva York. Mientras en las primeras hay crecimiento, en las segundas no. ¿Qué opina?
Eso es normal. Una de las principales características de lo que ha seguido después de la crisis es que la situación de diversas partes del mundo no es uniforme. Es diferente, ya sea en Asia, América Latina o incluso en países dentro de la misma región. Por ejemplo, en Europa, lo que ocurre en Alemania no es igual a lo que pasa en Gran Bretaña.
¿Por qué?
Hay una recuperación global pero con ritmos distintos.
¿Y eso qué implica?
Que el mensaje de política que tenemos que enviar no es tan fácil porque depende mucho de la coyuntura de un país o de una región en particular. Es cierto que en Sao Paulo, Santiago, Lima o Bogotá las cosas no se ven mal, así haya algunas amenazas, incluyendo la llegada de capitales en abundancia. Lo mismo se puede decir de Asia y de buena parte de los países africanos.
Pero eso no les pasa a todos...
No. En el caso de Estados Unidos hay que esperar la evolución reciente porque es difícil saber para dónde van las cosas. Es necesaria más información sobre el tercero y cuarto trimestres. A su vez en Europa nadie cree que el crecimiento va a ser elevado, así haya vuelto.
Entonces ¿hay realidades en conflicto?
Yo no hablaría de realidades en conflicto, sino de realidades integradas o interdependientes. Una de las lecciones de esta crisis es que estamos realmente en una economía globalizada.
No obstante, los motores de la economía mundial ya no son los de antes.
Es cierto que una de las consecuencias de lo sucedido es que la balanza del poder se ha movido porque las economías emergentes están en auge, al igual que el tipo de crecimiento. Así ocurre con la solución que adoptó la China, que incluye más estímulos al consumo doméstico, lo que cambia las reglas del juego.
En muchos países, incluyendo a Colombia, hay una gran preocupación por la apreciación de la moneda nacional frente al dólar...
Hay un rebalanceo de las economías mundiales que se refleja en las tasas de cambio. Eso es algo normal, porque el precio de una moneda refleja el verdadero valor de una economía, aunque en ciertos casos los ajustes se dan muy rápido o van muy lejos. El riesgo, por supuesto, es tratar de oponerse a eso porque no hay una solución doméstica a ese tema. Y hablo de un escenario de mediano o largo plazo.
¿Y en el corto plazo?
En el corto plazo pueden existir entradas de capitales que desestabilizan totalmente una economía. En ese caso, los países tienen que utilizar todo tipo de herramientas, como apreciación de la moneda, acumulación de reservas y, algunas veces, controles de capital. A veces estos son efectivos y otras no.
¿Por qué se da esa llegada de capitales?
Hay tanta liquidez en el mundo de hoy y tan poca confianza en los tomadores tradicionales de dinero, particularmente los europeos, pero también los norteamericanos, que no es sorpresivo que esos fondos se vayan a Indonesia, Brasil o Colombia.
Usted dirige una entidad que cambió sus recetas frente a las crisis y que, en lugar de la austeridad de siempre, aconseja una actitud más ofensiva que defensiva...
Creo que el Fondo ha tratado de sacar lecciones del pasado, incluyendo la mejor manera de ayudar a los países sin necesidad de extenderse a asuntos que no tienen nada que ver con las crisis del momento. Por eso las condicionalidades se han reducido, aunque no su fortaleza. Dicho eso, a veces los ajustes fiscales son necesarios y tienen que ser tan fuertes como los de antes.
¿El Fondo se preocupa más ahora por los efectos sociales?
También entendimos que el costo de los ajustes fue muy fuerte para el segmento más vulnerable y pobre de la población. Por eso cambiamos nuestros programas para crear reglas que permitan la creación de redes de apoyo social.
¿Eso incluye más gastos?
Quizás el cambio más grande fue el llamado para que existieran paquetes de estímulo que fueron interpretados como un rompimiento con el pasado. Creo que eso no es así porque pienso que tradicionalmente hemos defendido la política fiscal adecuada y en la mayoría de los casos eso quiere decir gastar menos. Pero en algunos casos, como en esta crisis, lo apropiado era gastar más para impulsar la demanda pública y privada.
¿Por qué su insistencia en reformas que tienen que ver con los bancos?
Esta crisis ha tenido muchas causas, pero la más clara es la falta de regulación y supervisión en el sector financiero. Por eso, la necesidad de construir un sistema financiero más seguro es la de evitar una crisis del mismo estilo.
¿Qué ha pasado hasta ahora?
Llevamos tres años desde el comienzo de la crisis. Hemos reaccionado pero necesitamos operar en tres pilares: la regulación, la supervisión y la manera de resolver las emergencias futuras. En la primera se ha avanzado bastante, con críticas, pero con hechos. En las otras dos se ha hecho muy poco, porque no basta con tener buenas reglas. Hay algunos pasos, pero a nivel global estamos muy lejos.
¿Qué reacción le merece el alza en los precios del petróleo, el café o la soya?
Es bueno que los precios de las materias primas hayan subido tanto, que hayan permitido que haya una recuperación en América Latina.
¿Qué deberían hacer tales países?
El consejo, como siempre, es tratar de diversificar las fuentes de crecimiento. Hay que usar esta increíble oportunidad para desarrollar la industria y el sector de servicios, así como para exportar bienes con valor agregado. Tenemos el ejemplo de algunos productores de petróleo que no lo hicieron en el pasado.
¿Cómo ve el Fondo a América Latina?
Las perspectivas son muy buenas, en general. El informe que daremos a conocer en los próximos días muestra que hay una revisión hacia arriba del pronóstico que hicimos en julio, liderado por los países suramericanos. Ahora, las naciones deben manejar los buenos tiempos con cuidado, con el fin de evitar recalentamientos y la acumulación de riesgos tales como los aumentos en el crédito o las burbujas de precios en diversos activos. Hay que aprovechar la oportunidad y no desperdiciarla.
¿Quién es Dominique Strauss-Kahn?
Se dice que será el sucesor de Sarkozy en Francia .
Pocas personas en el mundo de hoy infunden tanto respeto como Dominique Srauss-Kahn. Con 61 años de edad y un estilo franco, este ex ministro de Economía francés ganó amplia notoriedad cuando en 2008 estalló la crisis financiera que llevó a la economía global a su primera contracción en más de seis décadas.
Convenció a los países para que respondieran con políticas contra cíclicas, mediante más gasto, programas de estímulo e inyecciones de dinero a decenas de bancos en problemas, una receta que difiere de los programas de ajuste, medidas que han ocasionado un aumento descomunal en la deuda pública, y es algo que está por verse ante la recuperacion vista.
Pero Strauss-Kahn insiste en que las cosas serían peores si no se hubiera hecho nada.
Ricardo Ávila
Director de Portafolio
Director de Portafolio
F eltiempo.com
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