Por Brian Ellsworth
GETULIO VARGAS, Brasil (Reuters) - Con el negocio de los biocombustibles dominado por grandes corporaciones, Brasil ahora busca ampliar la actividad para incluir a agricultores como Lucas Scariot, quien gana alrededor de 10.000 dólares al año vendiendo granos.
En los últimos tres años, Scariot ha vendido granos de soja a un precio elevado respecto de los del mercado a compañías productoras de biocombustibles, bajo un programa del Gobierno que busca dar apoyo a pequeñas parcelas y crear empleo en el campo, disminuyendo a la vez las importaciones de combustible.
Este año, Scariot plantó canola por primera vez en un campo que usualmente deja en barbecho en el invierno, diversificando la base agrícola dependiente de la soja soja en la región y proporcionando una nueva materia prima para la producción local de biocombustibles.
"Es bueno para los agricultores porque da un valor agregado a nuestros cultivos", dijo Scariot, un agricultor de 22 años y estudiante de agronomía que junto a su padre trabaja 20 hectáreas de tierras verdes y accidentadas en el estado más septentrional de Brasil, Rio Grande do Sul.
"Y ahora tenemos incentivos para nuevos cultivos, porque la gente siempre habla de la soja, la soja, la soja. No podemos depender de eso", dijo Scariot, quien en su además cría cerdos y pollos en su terreno.
El programa está pensado para fomentar la producción de biocombustibles, que puede ser usado en vehículos pesados como camiones, y reducir las importaciones de diesel del modo en que el programa de etanol de hace 30 años disminuyó el uso de gasolina para motores.
El Gobierno de Brasil espera que apoyar a pequeños agricultores lo ayude a evitar problemas asociados con su sector del etanol, que incluye la creciente concentración en manos de grandes empresas y condiciones laborales notablemente malas, que han sido motivo de la condena internacional.
Pero el esfuerzo por usar nuevas materias primas, incluyendo cultivos no probados como plantas de semillas de ricino, generaron críticas de que se están volcando millones de dólares en la producción de biocombustibles ineficientes, que mayormente benefician a unos pocos.
PEQUEÑOS TERRENOS
El programa ofrece deducciones impositivas a los 30 productores de biocombustibles que participan y los ayuda a obtener mejores acuerdos de financiación.
En el 2009, esas compañías adquirieron materias primas de unos 51.000 pequeños agricultores, una cifra que tiene previsto llegar a 100.000 para fin de este año.
Esos beneficios atrajeron a Oleoplan, un productor de biocombustibles con cerca de 800 millones de reales en ventas anuales, que ahora compra más de un tercio de su materia prima a pequeños agricultores como Scariot.
"Los resultados han sido fantásticos", dijo el director de Oleoplan Domingos Costella en las oficinas centrales de la compañía, donde un laberinto de maquinarias -envueltas en olor a soja- trituran cientos de toneladas del cultivo, extraen sus aceites y los mezclan con otros químicos para crear el combustible.
"Esta es una forma de asegurar más materia prima, teniendo en mente a la vez a los pequeños agricultores", agregó.
La compañía planea casi duplicar la producción de combustible para el año que viene, en parte debido al abastecimiento adicional.
Como parte del arreglo, Oleoplan provee a los agricultores o cooperativas agrícolas de asistencia técnica para ayudarlos a elevar el rendimiento de sus cultivos y hacer un uso más eficiente del fertilizante.
Brasil comenzó la producción de biocombustibles en el 2005 y se espera que en el 2010 produzca 2.400 millones de litros. Este año comenzó a exigir que todo el diesel fósil se venda mezclado con biocombustibles en un mínimo de 5 por ciento.
Quienes apoyan el biocombustible dicen que elevar ese índice disminuiría las emisiones de carbono y reduciría las importaciones de diesel y combustibles destilados de la estatal Petrobras, que el año pasado llegaron a 78.000 barriles por día, más de 10 por ciento de su producción.
En sus refinerías de petróleo, Petrobras encontró nuevas formas de refinar aceites de base vegetal junto con diesel.
Si bien el programa de etanol del país cosechó elogios, también fue blanco de críticas que dicen que contribuye a elevar los precios de los alimentos y que hace uso de mano de obra cuasi esclava. Las autoridades niegan la primera acusación, pero reconocen la segunda.
El año pasado, el Gobierno incluyó a Cosan, el mayor grupo de azúcar y etanol del mundo, en una lista de compañías que someten a sus trabajadores a condiciones de explotación, aunque lo removió rápidamente.
"Podemos crear mejores trabajos que los del sector del etanol y con el biodiesel esos trabajos pueden ir a familias de los agricultores", dijo Arnoldo de Campos, coordinador del programa para el Ministerio de agricultura y Desarrollo.
¿CULTIVOS MARAVILLA?
La campaña encara a furiosas críticas por caer en la trampa común de la innovación de los biocombustibles: apostar por cultivos con una promesa energética exagerada que en última instancia no alcanza.
El programa reclutó a miles de agricultores para cultivar plantas de semillas de ricino, que según sus defensores producen grandes cantidades de aceite y crecen en suelos degradados con poca agua.
Pero ninguno de los productores que participa del programa ha sido capaz de producir biocombustibles comerciales a partir del cultivo. Críticos dicen que esto se debe a que los costos de producción y el rendimiento son demasiado elevados para justificar su uso en combustible.
En consecuencia, el mayor fabricante de biocombustibles de Brasil tuvo que cerrar dos plantas en el noreste tras meses de apoyar el cultivo de semillas de ricino, provocando el enojo generalizado entre los agricultores.
"Advertimos al Gobierno sobre los problemas técnicos asociados con convertir semillas de ricino en biocombustibles, pero los políticos no quisieron escuchar", dijo Miguel Dabdoub, un profesor de química de la Universidad de Sao Paulo, quien ayudó en el desarrollo de biocombustibles en Brasil.
(Editado en español por Marion Giraldo)
F reuters.com
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